domingo, 19 de diciembre de 2010

Día 6: Limassol

Pues que contar de Chipre? Yo creo a Pon, que me dice que la isla es muy bonita, pero fuimos a un sitio que no valía la pena, así que después de andar media hora para llegar al centro, una vez allí paramos el primer taxi que vimos y le dijimos al taxista que nos llevase a una playa cercana al puerto. Le pedimos que nos recogiese a las 1 menos cuarto de la tarde, porque el barco se iba a las 1:30 pero el taxista no podía porque tenía que llevar a su chiquillo a tenis, pero que él mandaba a un amiguete a recogernos, que vendría en un Fiat blanco.

Y pasamos la mañana por allí tirados, yo estaba enfadadísima con Pon por haberme tirado por los suelos la noche anterior así que estuve toda la mañana sin hablarle, y como me aburría, pues me puse a recrear las pirámides y la efigie en la arena, como los niños chicos, pero me quedó bien.


Y así transcurrió el rato hasta que fueron las 12:30 que ya nos fuimos al punto de encuentro con el amiguete del taxista. 12:30, 12:45, 12:50… ummm…… encontramos a otro taxista, y le dijimos que nos llevase, a lo que nos respondió que tenía que hacer otra carrera y que después vendría a por nosotros.

Vale, pues llegaron las 1 y allí a lo lejos veíamos nuestro barco y nos estábamos empezando a desesperar porque ni el tato venía a por nosotros, así que Maite a las 1:05 determinó que deberíamos empezar a andar en dirección al barco. Explicó que la playa estaba cerca del puerto pero no en dirección de la civilización, sino al contrario, la ciudad terminaba en el puerto, del que salía una carreterucha paralela al mar y luego ya era playa, sin más vida que un chiringuito.
Total, que estimamos que si empezábamos a andar rapidillo, llegaríamos a tiempo, así que Sergio, Maite y yo comenzamos la marcha, Pon se quedó en el punto de encuentro por si alguno de los dos taxistas venían. Y llegó un momento en el que yo miraba para atrás y veía a Pon demasiado lejos, y empecé a pensar que ya debería ponerse en camino, o sería él, el que se quedaría en tierra.

Y en esto que llevando ya un poquillo andado, veo a Sergio que echa a correr como alma que lleva el diablo, me fijo para ver que pasa… Oh dios mío, un taxi!! Era el dichoso amigo del taxista que nos llevó, que nos estaba esperando en otro sitio! Para eso eran ya las 1:10, demasiado había esperado el hombre, la verdad. Le hice señas a Pon, que el pobre corrió un montón. En el mismo momento en el que puse mi culo en el asiento del taxi, me sentí a salvo porque me estaba viendo abandonada en el sitio más feo que habíamos visitado de todo el crucero! Pero ahora que lo pienso (excepto Atenas, claro) era el más europeo.

Bien, pues conforme iba pasando el tiempo, el alivio que sentí al montarme en el taxi se fue convirtiendo en pavor, porque todos (excepto Pon, que sabía que no llegábamos andando) nos dimos cuenta de que el barco estaba mucho más lejos de lo que parecía y que ni de coña hubiéramos llegado a tiempo andando.

Prometo que me dieron ganas de besar la moqueta del barco cuando entré.

A estas alturas, la verdad es que no me acuerdo de lo que hicimos esa tarde en el barco, pero me da a mí que nos pegamos un siestón digno de recordar (aunque no lo recuerdo), que ya se iban notando los días en el cuerpo.

Ya solo me quedan dos dias!

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