martes, 26 de octubre de 2010

Catetos a Babor

Jeje! Ya estoy aquííííí!!!! Como me figuro que Pon hará más tarde que temprano un post super completo del viaje, me voy a dedicar a contar mi versión.

Lo primero de todo, aunque la decisión de irnos fue tomada escasos días antes, semanas atrás se organizó un entramado a nivel nacional con un objetivo claramente marcado: Encontrar un pingüino de peluche con medidas y precios razonables para Pon.

Creo que todos sabéis la debilidad de Pon ante los pingüinos, y entonces, pensé que sería buena idea regalarle uno de peluche para su cumpleaños, que lo pasaría en el crucero, y dárselo allí.

Pues bien, tenía contactos en Galicia, en la Comunidad de Madrid, parte de La Mancha y por supuesto por mi zona; estuvimos unas dos semanas buscando y en esa búsqueda he encontrado peluches de criaturas que las podría definir como aberraciones de la naturaleza, peluches de todas las especies animales, pero se ve que el pingüino no mola, no mola nada porque no lo encontramos.

Bueno, pues llegó aquel día que yo la verdad en mi interior deseaba que no llegase nunca, porque entre el susto del avión y el pavor del barco, parecía que en vez de irme de vacaciones me llevaban al matadero…

Embarque.

Y ahí estaba Pin, con su cara de circunstancia la pusieron detrás de un ancla justo en la puerta para entrar al barco y le echaron una foto. Y es que ya sabéis que nosotros no estamos acostumbrados a los lujos, a nosotros nos gusta probar nuestros límites cuando viajamos; en plan, a ver cuánto aguantas hasta volverte caníbal, a ver cuántas veces eres capaz de quedarte en pelotas en un monte perdío de la mano de Dios mientras está nevando,  a ver cuántas cuestas con pendientes imposibles eres capaz de subir en una mañana hasta que te pongas a llorar del cansancio… Gracias Pon por hacerme/nos más fuerte/s.

Sigo, que me desvío. Total que en de repente y con el susto en el cuerpo, me meten en el barco y sin saber por donde me cogen la maleta y me la llevan hasta que me dejan en nuestro “camerino” (camarote), que yo estuve a punto de decirle al tío que no tocase mis cosas, qué cateta soy! La anfitriona nos enseñó muy bien y muy amablemente el barco, indicándonos las diversas actividades que se organizaban en cada uno de los espacios, eso la verdad, nos llevó bastante rato o eso creo yo, porque tengo un lapsus en mi memoria hasta que llegó la hora de cenar en la que el barco comenzó a navegar. Creo que en ese tiempo que no recuerdo, comenzamos con los cócteles, pero ese tema se lo dejo a Pon.

Ah! Una cosa que quería decir y se me olvidaba; terrorífico el increíble parecido de los pasillos de las habitaciones con los pasillos de la película de Titanic.

Tras la cena, y tras los dos bailecitos de merengue y chachachá de rigor (que no bailamos nosotros sino nuestros acompañantes), nos fuimos a la discoteca, a darlo todo, y ahí fue cuando Pon me dijo: “¿quieres salir fuera, a la cubierta y ves como se mueve el barco?” yo tonta, le dije que sí. Duré 2 segundos; el barco iba que se las pelaba, en mitad de la oscuridad más absoluta que yo he visto jamás y solo se veía abajo, la estela que iba dejando en el mar. Os prometo, que en esos 2 segundos me entró tembleque, horror, terror, sudor, nerviosismo, agorafobia, claustrofobia, nictofobia (esta la he buscado en la wikipedia) y todas las palabras terminadas en fobia que vosotros os imaginéis, pero automáticamente cerré la puerta y me volví a la discoteca, me pedí otro cóctel, me dejé llevar por el baile del meme y aquí no ha pasado nada.

Peeeeeeero tranquilos, que me fui acostumbrando a eso de la noche en alta mar y me acabó gustando.

Chachos, hasta aquí mis primeras horas de vacaciones en el mar, ya os iré contando más.


PD: A todas esas personas a las que les dijimos: "el finde que viene nos vemos y os contamos cosillas...". Nos hemos visto obligados a abortar la operación porque Pon está gravemente lesionado con un 15 en el tobillo derecho y se encuentra postrado en la silla del ordenador de su cuarto.